El barranco de L'Encantà
Erase una vez un niño que se llamaba Sergio que vivía en un pequeño pueblo llamado Villa Messina. Él era un niño muy simpático y muy atrevido, sus mejores amigos se llamaban Raúl, Luis, Lucas y Alejandro y un día decidieron irse de acampada al barranco de L’encantà.
El barranco de L’encantà era un barranco donde nadie se había atrevido a pasar una noche allí, pero ellos no creían en nada: ni en los espíritus, ni en los fantasmas…
Al fin llego el día indicado, los tres quedaron en el ayuntamiento del pueblo para que la madre de alguien los llevara al barranco y a los diez minutos partieron el viaje.
Cuando llegaron montaron las tiendas de campaña y fueron a buscar algo de leña para hacer una fogata donde poder calentar leche y asarse la comida.
El día transcurrió tranquilo, incluso hicieron una excursión a los alrededores y se divirtieron cogiendo ranas hasta que llego la noche y decidieron irse a dormir. Al rato de estar en la tienda empezaron a oír unas fuertes ráfagas de viento que hacían un ruido muy raro.
Después oyeron unos pasos sobre hojas secas que se acercaban a la tienda, como estaban un poco asustados decidieron permanecer en silencio pero de repente escucharon el cabalgar y relinchar de unos caballos y sin pensarlo salieron de la tienda para ver que estaba sucediendo, pero fuera no había nadie.
Cogieron sus linternas y se fueron a investigar y llegaron al cañón del barranco y decidieron seguir un pequeño camino que ascendía y empezaron a oír voces entre un hombre y una mujer en un idioma que no entendían. Cuando estaban casi arriba Sergio miro al otro lado del cañón y se quedo asombrado al ver una bella mujer vestida con una túnica blanca y con un aspecto fantasmagórico.
Todos al verla se quedaron estupefactos y con una mirada todos comprendieron que tenían que irse corriendo, llegaron a la tienda y vieron que estaba hecha añicos, cogieron sus mochilas y sin pensarlo dos veces corrieron lo más deprisa que podían en dirección al pueblo. Al llegar a la carretera se tranquilizaron un poco y a pesar de que eran las 12:30 de la noche un coche que pasaba les paro para que subieran. Los cinco le contaron lo ocurrido y el señor se sorprendió al oírles, pues les explicó que habían sido testigos de una leyenda muy antigua que nadie ya se creía.
La leyenda decía que un rey árabe no dejo que su hija se casara con su amado y ella se suicido en ese barranco y cada cien años se dice que se pasea por el barranco buscando a su amado.
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