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Fiesta sangrienta

Era sé una vez, en Valencia (España), dos días antes de la noche de Halloween, Pedro, Julio y María fueron invitados a una fiesta. En sus invitaciones ponía “Fiesta sangrienta, día 31 de Octubre, plaza de las flores, nº 2”. A los tres les pareció muy raro, ya que ninguno de los tres amigos conocía a nadie que fuera a hacer una fiesta. Cuando llegó el día, María se disfrazó de Frankenstein, Pedro de Drácula y Julio de asesino. Los tres quedaron un par de calles antes del local donde se iba a celebrar la fiesta.  Cuando llegaron al local, se dieron cuenta de que los disfraces eran muy reales, aunque les extrañó que todos fueran disfrazados de lo mismo, hombres lobo. Lo primero que intentaron hacer fue entablar conversación con los demás, y si era posible, ligar un poco. Julio lo intentó, pero cada vez que decía algo le contestaban: “Grrrrrr”. En cuanto comprendió que le iba a contestar así todo el mundo, fue a hablar con sus amigos, y los tres empezaron a sospechar. María se dio cuenta de que había una puerta abierta de la que provenía una luz de raros colores y fue a ver que había en esa habitación. Cuando miro por el huequecillo que había vio a una persona transformarse en lobo al contemplar la luna llena. Ella se asustó y se fue corriendo a avisar a Julio y a Pedro. En cuanto se enteraron, los tres decidieron salir corriendo y así lo hicieron, ya que habían comprendido que los invitados no eran personas disfrazadas, si no hombres lobo de verdad. En el momento que estaban a punto de pasar la puerta de salida, cuando ya creían que estaban salvados, en ese momento uno de los hombres lobos agarró a Julio por el hombro y le preguntó con una voz muy grave:

 -¿Adonde vais?, la fiesta acaba de empezar.

-Es que me ha llamado mi madre y dice que tenemos que volver a casa.

-¿Me tomáis por tonto o qué? De aquí no sale nadie sin que yo lo diga- dijo en tono amenazador.

Entonces los metió dentro del local otra vez y les empezó a contar:

-No tenéis ni idea de por qué estáis aquí, pero ahora os lo diré. Os hemos traído aquí para ofreceros de sacrificio a nuestro jefe el gran Sanmahuri, al que pronto tendréis el placer de conocer, jajajajaja.

-¿Pero por qué a nosotros?

- No tengo ganas de responder, ¡apresadlos!

Sin que se hubieran dado cuenta ya estaban atados a una silla por piernas y brazos. Pasado un tiempo unos nuevos hombres lobos aparecieron y anunciaron:

-¡Llega el gran jefe Sanmahuri!

Y de repente apareció. Tenía un aspecto horrible, su cara era espantosa, sus dientes estaban rotos y apestaban, era una gran bola de pelo, tenía unos músculos que daban miedo y era el doble que un armario. En ese momento lo que sintieron los tres amigos era indescriptible, una mezcla entre miedo y horror.

Lo primero en que pensaron los chicos fue en algún plan de huida, pero a nadie se le ocurría alguno, hasta que Pedro pensó:

-¿Y si en el momento en que nos vayan a coger salimos corriendo hasta la habitación que ha visto María? Nadie se esperaría que fuéramos hacia esa habitación. Después podríamos escapar por la ventana.

-Vale, es un buen plan- contestaron Julio y María a la vez.

Los tres decidieron poner en marcha el plan y en el momento que los liberaron para ofrecérselos a Sanmahuri, los tres echaron a correr hacia la habitación. Una vez allí se encerraron utilizando una silla que había. Después de comprobar que no había ningún hombre lobo esperándolos. Salieron por la ventana y corriendo se montaron en un camión que pasaba por allí. Siguieron en el camión hasta alejarse de la plaza de las flores. Una vez lejos se bajaron del camión y volvieron a su casa. Al día siguiente, al salir de clase, María y Julio se encontraron con un hombre lobo y los dos echaron a correr, cuando ya llevaban unos metros se giraron y se  dieron cuenta de que el hombre lobo no los perseguía, sino que se estaba riendo. Al final resultó ser Pedro, que se había disfrazado para gastarles una broma.

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